Antes
de la catástrofe todo estaba tranquilo.
Se
abrió la puerta de cristal. Tres personas entraron con el frío.
Esa
puerta que nunca debería de haberse abierto
y encontrarme
dentro.
Y se
coló por ella la Muerte, la Muerte que buscaría mi lecho.
Echaría
sobre mí su pérfido aliento, cuando aún
en aquel momento,
yo
tenía libre albedrío.
Sin embargo caí hechizado,
hechizado y maldito.
Y se me
enroscó la noche al cuerpo,
como
un reptil hambriento.
Escuché
lo que veía:
Defectuosas
palabras y mentiras.
Entonces,
equivoqué el paso
y me
adentré en sus tinieblas.
Unas
tinieblas de las que solo saldría
arrancando mis ojos, perdiendo la vista.
Más
tarde,
Volviendo
a encontrarme frente a aquella Muerte que buscó mi lecho,
la
miraría ciego y vería su profundo silencio muerto.
Pero hasta
a la Muerte se la perdona.
si se abren bien los párpados.
Hoy, ¡no! mejor esta noche, de ya hace tiempo
conocí a la Muerte,
la Muerte que buscaba mi lecho.
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