Estamos a 22 de diciembre, el día de la lotería. El
de la salud, para todos aquellos a quienes no nos ha tocado ni un céntimo en el
sorteo.
Hace un año tuve la brillante idea de ir ese día a ver, con un
reumatólogo, los resultados de unas radiografías.
Desde hacía tres años me quejaba de dolor a la
cadera. Se lo dije a mi médico de cabecera, al reumatólogo, a mi ex-nefróloga de
trasplante, al oftalmólogo, a otro nefrólogo y a otro reumatólogo. En ese orden
preciso que fue con el que me los fueron cambiando.
Dicen que “A más doctores, más dolores” pero en mi
caso, el dolor era solo uno. En la cadera.
Éste último me miró sorprendido.
— ¿Nunca te han hecho una radiografía?
Nunca me habían hecho ninguna, así que me la
solicitó y el 22 de diciembre de 2016, mientras en algún lugar de Madrid caía
el gordo de Navidad yo entraba en la consulta número 18.
Ese reumatólogo es de los buenos. Se le ve
experimentado. Lleva barba a la cual el tiempo ha hecho grisear algunos pelos.
Usa una mirada oblicua con la que escruta a sus pacientes desde detrás de su
mesa y unas gafas rectangulares de montura fina. A veces, imprevisible, sonríe.
—¿Cuánta cortisona tomabas hace tres años, cuando
perdiste la visión del ojo?
Iba al grano. Intuía que ese médico sabía de qué
hablaba. Le respondí y por su gesto sospeché que debía ser mucha.
— Tienes necrosis de cabeza de fémur— me dijo— esto
significa que el hueso está muerto.
Mi experiencia, unida al hecho de convivir con
personas con diversidad funcional me había preparado para encajar las malas
noticias con humor. Hice alguna broma...Le encuentro, qué remedio, un punto
gracioso.
Volviendo al día del sorteo. Hace hoy un año supe que los corticoides, a parte de osteoporosis y entre otros muchos efectos secundarios, matan también el hueso. Des del trasplante renal, hace 17 años, y para aprovechar el pequeño efecto inmunosupresor que tiene, he tomado mucha cortisona. Dosis de mantenimiento. Esas las aumentaron terriblemente hace cuatro años para hacer frente a una infección ocular causada por la medicación inmunosupresora. Era eso o ir a ver a San Pedro.
Volviendo al día del sorteo. Hace hoy un año supe que los corticoides, a parte de osteoporosis y entre otros muchos efectos secundarios, matan también el hueso. Des del trasplante renal, hace 17 años, y para aprovechar el pequeño efecto inmunosupresor que tiene, he tomado mucha cortisona. Dosis de mantenimiento. Esas las aumentaron terriblemente hace cuatro años para hacer frente a una infección ocular causada por la medicación inmunosupresora. Era eso o ir a ver a San Pedro.
— En ese momento, perdiste la cadera— me dijo el
doctor en referencia al tiempo que estuve tomanto cortisona "por un tubo".
— ¿Hay solución?
— Operar. Poner unas prótesis.
— ¿Varias?
Me dijo que me debían operar las dos caderas pues la necrosis avasvular era bilateral.
Empezaban aquí mis “traumatoaventuras”
Lo peor es que actualmente se receta cortisona
alegremente y en grandes cantidades. Hasta se encuentra en pomadas que recetan, incluso a
los niños pequeños y a los bebés. Entre estos han aumentado de manera alarmante
los casos de alergias y hay muchos con el sistema inmunológico desbaratado.
¡Ojo! No digo que no se deban recetar. Hay casos
inevitables. Lo que se debría es tener conocimiento de sus efectos. Ser
conscientes, cuando se os recetan corticoides, a vosotros o a vuestros hijos, de
las consecuencias. Demasiado a menudo no se informa de ellas.
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