Lo
genial de escribir es que puedes liberar todo tipo de emociones.
Y tener un bloc permite compartirlas.
Y tener un bloc permite compartirlas.
Hoy escribo un cuento que debería ir en otro sitio pero he decidido postearlo aquí, en un bloc que tiene vistas de convertirse en un cajón de sastre.
El escrito a continuación habla sobre esos fantasmas del pasado que regresan.
Aquí la historia en forma de metáfora:
* * *
Sebástian
se levantaba siempre con las manos heladas. La muerte de la que fue el gran
amor de su vida se llevó una parte de él a un infierno helado. A pesar de no
ser correspondido, la había amado y ella, a él, le apreciaba a su manera. Su desaparición fue inesperada y le había costado mucho deshacerse de
aquellos recuerdos, pues sentía que era culpable de aquella muerte.
Aquellas
Navidades ya había pasado mucho tiempo desde que un tren se llevara a su amada. Por la naturaleza de los acontecimientos, la herida por la pérdida, aunque vieja, solía dolerle de vez en cuando.
Sebástian
no lo sabía aún pero en aquella mañana de Navidad le acechaba como un felino una sorpresa. Salió del dormitorio en la primera planta de una vieja casa de pueblo y bajó al salón. Allí, bajo el árbol, debería haber, como cada año,
los regalos para toda familia.
Descendió las escaleras de dos en dos, ilusionado. Hacía poco que había instalado una preciosa brandilla de madera. Con los años había construido un hogar. Tenía dos hijas preciosas y había rehecho su vida junto a una esposa que le amaba más que a sí
misma. Con mucho esfuerzo habían levantado de las ruinas aquella vieja casa. Poco a poco la habían ido decorado a su gusto. De vivir apretujados
en el sótano húmedo de la casa en dónde, durante la Guerra Civil, los antiguos habitantes de la vivienda llegaron a cultivar
champiñones, había pasado a vivir en cómodas habitaciones y confortables altillos de madera. Espacios que ellos mismos habían construido y decorado a su gusto. En su pequeño palacio, ahora disponían
de dos alas diferenciadas, una gran biblioteca
en un piso intermedio y dos chimeneas. Todos los
avatares sufridos para levantar aquél hogar unieron a Sebástian y a su esposa
con argollas del material más sólido jamás imaginado.
Al
llegar al salón allí estaba ella.
Aquella que se llevó un tren. Sentada bajo el árbol de Navidad.
Lo primero
que sintió Sebástian fue que se le paraba el corazón. Luego le embriagó la emoción. ¡Su amada! ¡Había regresado! Pero muy pronto su
rostro se ensombreció y su alegría se transformó en sospecha. Los muertos no
regresan al mundo de los vivos. ¿Qué hacía ella en el salón? Sebástian se acercó para
cerciorarse de qué no estaba soñando.
No lo
estaba. Allí estaba ella, físicamente. No parecía mirarle directamente pero
estaba en su comedor y sí que lo hacía.
En
seguida le vino a la mente su esposa e hijas.
¿Por qué
había regresado su antigua amada de la muerte y las tinieblas del tiempo? El pequeño mundo de Sebástian se tambaleó
hacia el abismo. Había sufrido tanto por aquél ser que estaba en su comedor que
no comprendía que extraña jugada del destino les había vuelto a reunir.
Recordó
que, para hacer las paces con el mundo había pedido al cielo reconciliarse con sus recuerdos. Pero, ¿Significaba esto que estos tenían derecho a
manifestarse bajo el árbol de Navidad? Además, era consciente de que aquella
persona que ahora veía en su salón no era más que el recuerdo envejecido de otra
persona a la que había amado. Aunque se decía no reconocerla, en su interior,
sí que la conocía. Quizás demasiado bien.
Le vinieron a la mente un alud buenos recuerdos y Sebástian se desmoronó por
dentro como un castillo de naipes. Tuvo
que hacer esfuerzos para no desmayarse allá mismo.
¡Ni
siquiera está viva en mi vida! — se dijo.
Trató de recordar el dolor que supuso estar años con una persona que no le correspondía.
«Quizás ella era demasiado joven.»
El
pensamiento se coló sin permiso en su discurso interno. Aunque parecía que su cabeza las hubiese
borrado y allí estaba ella. En su salón. De nuevo.
A veces
hay que ir con cuidado con lo que se desea pues se puede cumplir y, como le acaba de pasar a
Sebástian, su pasado había regresado y se le había plantado bajo
el árbol de Navidad.
Subió
de nuevo al piso de arriba y fue hacia su esposa que se estaba arreglando para
bajar a abrir los regalos. Le contó lo que había bajo el árbol y le confesó que se
encontraba en estado de shock. Sabía que aquello no iba a gustarle, pero no tenía secretos con ella. La amaba y ¡Se sentía tan extraño!. Ella le cogió la mano con afecto. Le dijo que le quería y comprendía que
estaba viviendo un momento delicado.
Los dos sabían que no la podían echar fuera. Que había aparecido en una parcela de vida que deberían compartir. Que a los fantasmas no se los echa así como así.
Su esposa le dijo que sabía que iba a ser difícil para ambos pero confiaba en él. Tenían un proyecto de vida juntos y ningún fantasma debería poder interferir en ellos.
Los dos sabían que no la podían echar fuera. Que había aparecido en una parcela de vida que deberían compartir. Que a los fantasmas no se los echa así como así.
Su esposa le dijo que sabía que iba a ser difícil para ambos pero confiaba en él. Tenían un proyecto de vida juntos y ningún fantasma debería poder interferir en ellos.
Se
abrazaron. Nadie sabe aún porqué regresan los viejos amores de entre los
muertos.
.
Agradezco que me hayáis leído.
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