No lloro.
Creo que nunca lloré o, al
menos, hace tanto tiempo que olvidé cómo se hace.
Tampoco río a carcajadas.¿Se puede considerar ya que
estoy muerto?
Entre nosotros; eso de no
reír a carcajadas hace bastante menos tiempo y tengo esperanzas de hacerlo
pronto. Quizás cuando termine este texto que por el momento sale de mis dedos
cargado de amargura. Mi vida es así. Un laberinto de contradicciones.
Soy optimista. Un optimista
que no sabe llorar y que a veces ríe a carcajadas; un loco... o las dos cosas a la vez.
¿será por eso que estoy
vivo?
No soy un tipo duro. No soy
un Clint Eastwood. Él, en lugar de sangre, tiene el cierzo soplando en sus
venas. Yo no. No soy frío y seco. Tengo emociones; unas son
cálidas y húmedas, las otras embarazosas y descarnadas.
Para mí llorar no es una
debilidad. Es una herramienta evolutiva tan útil como la risa. Además llorar dota a los ojos de dos tubos de escape por dónde
expulsar las lágrimas y de paso limpiar el corazón y apaciguar el alma.
No, tampoco lloro de
risa.
De risa solo me ahogo y me
desahogo.
Las personas lloran —pienso — Quizás no soy persona... y si lo soy tengo
averiado el llanto. De manera importante, además.
A veces, siento una pena muy
grande en el pecho. Una pena para llorar muy fuerte. Pero se queda en eso: Una
pena en el pecho... que se queda y se enquista.
Hace un tiempo empecé a
pensar en esa pena.
...Paro la narración un momento. He mentido. He escrito que está en el
pecho y no es exacto...
Para empezar a mi pena la
veo redonda; como una pelota y se sitúa en el estómago. Ahora, cuando son as
10:07, tiene el tamaño de una pelota de básquet rellena de arena. Sí,
estoy embarazado de pena.
A veces —como últimamente y
por eso escribo— cuando a mi alrededor veo muchas miserias y no puedo reír, noto
que la pelota trata de salir por la boca. Pero no pasa de la garganta. Se
queda atascada; concentrada en el cuello. Entonces adquiere el tamaño de
una pelota de pin pon. Todas mis penas acaban como una pelota de pin pon
atascadas en la garganta, como si una corbata invisible las presionase y no las
dejase salir. ¡Pero cuidado! Ha pasado de medir dos palmos a medir menos de
medio. Está muy concentrada. Como una pastilla de caldo. Vibra. Como un pequeño
Big Bang. ¡Va a estallar!— pienso— ¡Voy
a parir una gran pena! Será un llanto sideral...
Pero no sucede nada.
Con el paso de las horas, la
pelota de pin pon vuelve al estómago dónde en lugar de ser digerida, vuelve a
adquirir el tamaño anterior… Perdón, lector, soy inexacto de nuevo, a causa de
la frustración por no haber salido por la boca, ahora esa pena es un poco
más grande.
Ese es el llanto que no sale
y no sé por qué.
Mi estómago fabrica penas. Sí.
¡Pero también alegrías! En estos casos se convierte en un criadero de mariposas.
Una jaula por la que revolotean los lepidópteros y me hacen cosquillas. La
alegría me produce cosquillas en el estómago. Entonces salto, corro, río, digo
estupideces y me desahogo; me limpio por dentro. Pero últimamente las mariposas
tampoco quieren salir por la boca. Antes lo hacían de forma espontánea y en
forma de carcajadas. Ahora mi estómago es una jaula de mariposas. Al final a
diferencia de las penas mueren, son digeridas y evacuadas.
Bien,
querido lector, te estaba contando que no lloro y que tengo unas ganas enormes de hacerlo y
estoy escribiendo sobre mariposas y mierda. Vayamos al grano. Necesito que me ayudes a llorar. Como
los talleres de risoterapia pero al revés. Sé que si pudiera, ahora mismo
lloraría; por mi tierra en pie de guerra; por las miserias de la
gente; por los incendios que destrozan nuestro mundo...y por tantas
injusticias... Lloraría y me limpiaría el corazón, quizás purgaría el alma
entera y recobraría las fuerzas para luchar con el entusiasmo que siempre he
tenido. Sería como amanecer un día claro de primavera tras
una noche de tormenta y como no lloro desde hace tanto tiempo, hasta puede que
antes de hacerlo salieran rayos y truenos de mis ojos. Podría ser peligroso
pero estoy dispuesto a correr el riesgo.
Es importante llorar. Cuando echo la vista atrás
— todas las aventuras que hemos pasado mi cuerpecillo y yo— me doy cuenta que llevo cuatro quilos de pena que no me quito
de encima. Quizás si riese un buen rato... pero ya os he contado la
historia de las mariposas, de la mierda y de cómo va el mundo.
Y quisiera llorar. ¡Ahora mismo!. Llorar hasta
llenar 4 botellas de litro con lágrimas.
Como no puedo,
escribo.
Por eso he escrito este post
de mierda.
Gracias por haber leído
hasta aquí. Esto me hace muy feliz lo cual, en sí mismo, ya es motivo para
llorar como un bendito, de agradecimiento.
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